QUERIDO CEO:

No sé cuántas veces te lo he escrito y no me canso de repetirlo: tú eres el ejemplo. Esto implica que tienes que ser muy consecuente con tus palabras. “Haz lo que digo, no lo que hago” es un mantra destructivo que algunos CEOs aplican en la gestión. ¿Quieres una cultura basada en las reglas, el miedo y el cumplimiento? ¿O quieres creatividad y comunicación abierta? Si optas por lo segundo, que es la opción más acertada en el complejo contexto de cambio actual, debes de aplicar más el don de la persuasión que de la imposición, y eso se consigue predicando con el ejemplo dentro y fuera del trabajo.

El ejemplo legitima y refuerza, apreciado CEO, debes crear confianza en el interior y en el exterior de la organización que lideras; como dijo Stephen Covey, «Tus actos siempre hablan más alto y más claro que tus palabras». Cuando tratas de utilizar estrategias de influencia para conseguir que otros hagan lo que tú quieres, que trabajen mejor y se sientan motivados, nunca podrás tener éxito a largo plazo si tu carácter es fundamentalmente imperfecto y está marcado por la falta de sinceridad. Diariamente realizas multitud de acciones que dicen mucho de ti y en las que debes tener siempre presente ser ejemplar. Tu ejemplaridad es crítica. El compromiso y la confianza se generan en el día a día y con la coherencia entre lo que dices y haces. Si pierdes la confianza y el respeto de las personas que trabajan contigo será muy difícil que vuelvas a recuperarla. Se cosecha lo que se siembra, no existen atajos.

Un buen CEO debe ayudar al desarrollo de las personas de su equipo, aceptar la crítica constructiva, poseer un espíritu de servicio y humildad, fomentar la transparencia, no pedir a los demás hacer lo que no estaría dispuesto a hacer, arrimar el hombro con los esfuerzos del equipo, tratar a todos con respeto independientemente de su posición en la organización, ser honesto con los demás y mantener las líneas de comunicación claras con los equipos. A través de tu conducta debes crear confianza y seguridad con las partes interesadas, tales como accionistas, inversores, consejos de administración, empleados y la sociedad en la que operas. Tu gran aliado es el ejemplo, tienes que esforzarte honestamente por predicar con él, día tras día.

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