QUERIDO CEO:

Hace tiempo tuve la oportunidad de conocer a una de las personas que más admiro profesionalmente, Don Luis Bassat. Creo que la mayor parte de profesionales españoles, no sólo de marketing o publicidad, sabemos quién es. Solicité su colaboración para un trabajo de investigación que estaba realizando en branding aplicado a las pymes. Don Luis mostró interés desde el primer momento y, muy amablemente, me invitó a una entrevista en su despacho, donde me trató estupendamente y pude disfrutar de un magnífico tiempo de aprendizaje del que quiero contarte una anécdota. Me contó que vino a visitarle un industrial, amigo de hacía años, con el que había trabajado hace tiempo y quería proponerle a Don Luis que le realizará una campaña de publicidad para un producto que iba a lanzar. Le comentó, ilusionado, que disponía de un millón de euros para ello:

D. Luis: Oye, muy bien todo lo que me cuentas, pero tengo un par de preguntas que hacerte. Primero, tu producto, ¿es mejor o peor que los de la competencia?

Industrial: Hombre Luis, mejor, mejor…no es mejor, diría que es un poco más flojo.

D. Luis: Vale, un poco más flojo. Y, ¿a qué precio quieres venderlo respecto a la competencia?

Industrial: Hombre, Luis, ¡qué pregunta me haces! Quiero venderlo un poco más caro, que tal y como está el mercado, con la crisis y todo, necesito margen.

Aquí Don Luis, paró, le miró, pensó y le respondió lo siguiente:

D. Luis: Mira, creo que no es conveniente invertir el millón de euros en la campaña. Puedes invertirlo de dos maneras; la más inteligente a largo plazo, en mejorar tu producto y que sea mejor que el de la competencia. La otra solución, más cortoplacista y menos aconsejable, es lo metas al precio para ser más competitivo. Así que te recomiendo que emplees el millón en crear un producto imbatible. Cuando vengas con un producto superior a la competencia, y a precios similares entonces es cuando podré ayudarte con la comunicación.

Esta anécdota por una parte destaca la honradez y la ética empresarial del personaje. Es un ejemplo, apreciado CEO, de anteponer los intereses del cliente a los de uno mismo. Y, fundamentalmente, esta historia pone en valor y da importancia a lo que es la base de cualquier estrategia de éxito de marketing: un producto o un servicio excelente.

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